Preguntas que se hace uno frente a VEINTIUNO.
“El libro de Rodrigo es extraordinario por varias cosas,”
me dice Martín Gubbins,
el padrino,
el dueño de la pelota,
el amo y señor del Foro de Escritores,
el ventrílocuo que me acaba de convertir
en una marioneta para presentar libros
porque él es muy tímido,
“primero porque el poema solo es muy sonoro;
tiene un tono que se oye como el inicio de un viaje.”
y es cierto,
en el tímpano se agolpan
los pitidos, los bufidos y los chirridos.
Pero aún no sabemos hacia dónde es el viaje:
¿es una sola vuelta en torno a “Grand Central”?
¿No será que tras la vuelta
todos los trenes quedarán enredados
en un solo nudo?
Porque también se escuchan los gritos:
“un manglar de palabras que entran a gritos”...
¿pero alguien sabe lo que significa la palabra manglar?
“Es un poema bien concebido y bien ejecutado, sin duda,
con imágenes buenísimas.”
prosigue Martín,
y sin duda impresionan las imágenes
y la fusión de estas imágenes:
“el agua ebulle, la tetera silba, se infla la bolsa de la aspiradora”,
y los hombres son sólo hormigas que mugen
desorientadas en una ciudad futurista
cuyo futuro las ha sobrepasado,
una ciudad que Rodrigo ha construido meticulosamente
para que se caiga a pedazos.
“Ese tratamiento visual es acentuado con los grabados,
me encanta eso que tienen parecido a ‘Metropolis’,
ese cuadro de Grosz.”
y no lo niego,
porque los vagones se atropellan entre sí
y se transforman en las escaleras de Piranesi
que luego se transforman en edificios
que crecen como plantas
en un jardín de las delicias
apocalíptico.
¿Quién dejó abierta la llave de la manguera?
“La versión musical del poema suena bien también”
¿Cómo que “bien también”?
¡Si es increíble!
Los solos que compuso José Ignacio Fernández
van aumentando el agobio
y demuestran las diversas muecas
que ocupa en los rostros de la manada.
Ahora me froto las manos esperando escuchar
cada una de esas notas repetidas
repitiendo ese nerviosismo
en vivo y en directo,
traídas directamente desde Checoslovaquia
por Jan Filip Tupa.
¿Cómo habrán pasado la aduana esas notas?
“y las partituras transforman también el libro en un objeto útil
porque está hecho para ser desplegado sobre un atril.”
¿O sea que uno puede intentar tocarlo?
¿Qué pasaría si intentara tocar esta música con mi flauta escolar?
¿Qué pasaría si todos intentáramos tocar al unísono esta música
con nuestras flautas escolares?
“La performance del libro es fantástica”
concluye Martín,
que siempre tiene la razón.
“Sólo en la belleza creada por otros hay consuelo”,
dice el epígrafe,
y quizás por eso Rodrigo ha decidido que sus poemas
se reproduzcan y metamorfoseen
(o como diría él, que se traduzcan)
en imágenes y sonidos.
¿Pero es que acaso ya no basta con escribir un libro de poemas?
No basta.
El mundo no basta
cuando se trata
de la invasión de las baratas.
Pronto: “Grand Central”, la película.
“Pero además este lanzamiento
marca el primer asomo del Foro de Escritores
al establishment literario,
al ser admitido en los exclusivos salones
de la Fundación Neruda.”
Es verdad, hemos subido de pelo
al ser admitidos en La Chascona.
“¡Hay que chasconear la Chascona!”
me azuza Martín,
y le respondo que es imposible:
¡la Chascona está calva!
Volvamos a los trenes, mejor,
a los trenes que se enredan en un solo nudo:
“Grand Central”, VEINTIUNO.
¿Y a propósito,
por qué este libro se llama VEINTIUNO?
“Son 7 estrofas, 7 grabados y 7 partituras,
y déjate de preguntas.”
responde Martín,
y yo le respondo
que así es la cosa,
que éstas son las preguntas
que se hace uno
frente a VEINTIUNO,
porque con tanta cuestión mezclada
¿qué puede hacer uno con VEINTIUNO?
Es muy fácil,
sigamos participando
hasta encontrar el premio:
este libro vale otro,
y otro
y otro más.
Muchas gracias
Lanzamiento de VEINTIUNO ("Grand Central")
de Rodrigo Rojas, en La Chascona.
17 de octubre de 2005.

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